HE VISTO A LA MUERTE
He visto a la muerte a su frio rostro y aunque por largo tiempo le temí, las veces que la enfrenté, no le hui.
Cuando era un crío de cinco años, un corto circuito en mi cerebro producto de una complicación de una infección hizo que la muerte pusiese su rostro frente a mí, fría e insensible como es; la intercesión de un Ángel de Dios llamado José Gregorio Hernández hizo que ella debiese retirarse, eso creo yo. Como niño que era no sabía de su existencia, pues los niños no saben que es morir, así que su rostro frío fue solo un susto momentáneo y veinticinco días en un hospital, allá en los tiempos de la Venezuela que era País y no potencia del hambre.
Estando en una playa llamada Patanemo, siendo ya adulto, casado y con un hijo, cuando las playas del litoral venezolano eran libres para su uso y no propiedad insustancial de imbéciles, una corriente cruzada se comenzó a llevar a mi padre, y al ver lo que sucedía ingresé en su ayuda. La corriente cruzada también tomo control de mí y me arrastró con destino al profundo Mar Caribe; bracee, busqué fondo para tomar fuerzas y sujetarme, pero la Mar me quería; perdí de vista a mi padre y solo veía agua y más agua. Llegado un momento, sentí que la Mar había ganado y tranquilamente me entregué a ella. La muerte de nuevo rio y con sorna me dijo “hoy tampoco es tu día”, mientras un salvavidas tomaba mi brazo derecho y me jalaba a un sitio seguro.
He visto a la muerte y aunque en algún momento le temí, hoy solo estoy consciente que algún día en el futuro vendrá y con su gélida sonrisa tan solo dirá “hoy sí es tu día”; mientras seguiré viviendo, riendo, tomando, corriendo, trabajando, a veces sufriendo, amando, creciendo... mientras, mientras, mientras.
¡EN DIOS CONFÍO!
Alexander Acosta Guerra
Barranquilla, 14 de octubre de 2023
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